Los jóvenes del taller de Mimos de la Casa de la Juventud del municipio de Aguilares, San Salvador, se han unido para realizar un festejo muy particular: el cumpleaños de Chepe.
Se trata de un personaje del pueblo. Nació con retraso mental (creo, o eso me parece) y desde hace muchos años sólo se le conoce como Chepe.
Se caracteriza por la amplia sonrisa y porque yo no sé cómo le hace pero se cuela en todas las fiestas de cumpleaños que ocurren, llega a todos los rezos y a todos los entierros. Nunca falta para hacer "bulto" en las carrozas de fiestas patronales y es un gran defensor del partido político en turno.
Una de sus particularidades es que no puede pronunciar correctamente la palabra "viernes", siempre dice "güernes", y si alguien se atreve a corregirlo o por casualidad menciona la palabra "viernes" en su presencia, le amenaza con tirarle piedras.
Pero bien, por primera vez, Chepe asistirá a una fiesta de cumpleaños donde el invitado principal es él. Según me informaron, en la actividad habrá presentaciones de ballet folclórico, batucada, quiebra de piñatas, pastel, galletas y fresco de horchata.
La fiesta es el domingo 2 de septiembre, a partir de las 2:00 de la tarde, en el parque central de Aguilares. Hasta el alcalde municipal estará para inaugurar "oficialmente" el festejo a este personaje local.
A ver si después de esta fiesta no piden la suya los otros personajes Chilo y el Papaya.
viernes, 31 de agosto de 2012
miércoles, 29 de agosto de 2012
Hasta Pronto, parte II: Las tacitas de barro
-Esteban.
-mande doña Gabriela.
-Tu mujer está gorda, verdad?
-Si, doña Gabriela.
-Lo que tenga, sea varón o sea hembra, José te lo va a llevar de bautizo, oíste.
-Si, doña Gabriela, como usté dice está bien.
Esteban Berríos, papá de mi abuela, trabajaba como mozo (o jardinero) en la hacienda de doña Gabriela Salinas, allá por el año de 1931.
Como patrona, dispuso que su hijo, don José Salinas, fuese el padrino del hijo o hija que tuvieran Esteban y Elisa, en este caso, mi abuela: Claudina Salazar.
Ella me contaba que de niña iba a visitar a doña Gabriela, quien al parecer tenía bastante capacidad económica porque sostenía un colegio y un hospital en San Salvador, hasta el momento no sé cuáles fueron.
Aunque su padrino era don José, fue doña Gabriela quien se interesó por mi abuela. Le decía a Esteban que la llevara seguido a la hacienda para poder verla.
Cuando se llegaba el día de la visita, la angustia de Esteban era que su niña (quien tendría para ese entonces menos de siete años de edad) cometiera alguna equivocación o que llegara a sobrepasar la confianza que la patrona le daba.
-Cuando vaya donde la niña Gabriela, salúdela y si le preguntan que si ya comió, usted diga que sí.
-Y si no he comido, papá?
-Usted diga que ya comió, a mí me da pena verla sentada en la mesa con ellos. De lo que me den a mí le voy a dar.
-Bueno, papá, está bien.
(el almuerzo de Esteban, por cierto, era un pedazo de semita con fresco)
Llegada a la hacienda, doña Gabriela hacía que las criadas le pusieran un vestido a mi abuela y que la sentaran a la mesa y le dieran de comer. "Yo le decía 'ya comí', como así me había dicho mi papá que dijera y con las tripas chillándome. 'Es que yo no le estoy preguntando, denle de comer a la niña', decía ella. Entonces yo comía", me contaba mi abuela.
En una de esas visitas, doña Gabriela le regaló una tombillita (cesta de mimbre pequeña) llena de tacitas de barro, para que jugara. "Vengo yo de bruta y me las llevo para el servicio y las dejo ir en el hoyo", me dijo.
Mi abuela lo hizo no porque no le gustaran, sino porque nunca había tenido juguetes (ni tiempo de jugar) y no sabía qué hacer con ellos, ya que la madrina que la crió (la niña Eulofia) desde pequeña la puso a trabajar.
Al tiempo, doña Gabriela enfermó. La última vez que mi abuela fue a visitarla, ella estaba sentada en la cama, con una almohada en el regazo donde apoyaba su cabeza, ya que no podía acostarse.
-Claudina, pedile a los santos que me cure yo. No me debo de morir sin dejarte tu casita.
-Bueno, madrina.
A los días, doña Gabriela murió y no pudo concretar su deseo de dejarle una casita a mi abuela.
Cada vez que contaba esta historia, mi abuela terminaba diciendo: "Noo, si yo tuve oportunidades de tener pisto, pero a saber por qué Dios no quiso".
-mande doña Gabriela.
-Tu mujer está gorda, verdad?
-Si, doña Gabriela.
-Lo que tenga, sea varón o sea hembra, José te lo va a llevar de bautizo, oíste.
-Si, doña Gabriela, como usté dice está bien.
Esteban Berríos, papá de mi abuela, trabajaba como mozo (o jardinero) en la hacienda de doña Gabriela Salinas, allá por el año de 1931.
Como patrona, dispuso que su hijo, don José Salinas, fuese el padrino del hijo o hija que tuvieran Esteban y Elisa, en este caso, mi abuela: Claudina Salazar.
Ella me contaba que de niña iba a visitar a doña Gabriela, quien al parecer tenía bastante capacidad económica porque sostenía un colegio y un hospital en San Salvador, hasta el momento no sé cuáles fueron.
Aunque su padrino era don José, fue doña Gabriela quien se interesó por mi abuela. Le decía a Esteban que la llevara seguido a la hacienda para poder verla.
Cuando se llegaba el día de la visita, la angustia de Esteban era que su niña (quien tendría para ese entonces menos de siete años de edad) cometiera alguna equivocación o que llegara a sobrepasar la confianza que la patrona le daba.
-Cuando vaya donde la niña Gabriela, salúdela y si le preguntan que si ya comió, usted diga que sí.
-Y si no he comido, papá?
-Usted diga que ya comió, a mí me da pena verla sentada en la mesa con ellos. De lo que me den a mí le voy a dar.
-Bueno, papá, está bien.
(el almuerzo de Esteban, por cierto, era un pedazo de semita con fresco)
Llegada a la hacienda, doña Gabriela hacía que las criadas le pusieran un vestido a mi abuela y que la sentaran a la mesa y le dieran de comer. "Yo le decía 'ya comí', como así me había dicho mi papá que dijera y con las tripas chillándome. 'Es que yo no le estoy preguntando, denle de comer a la niña', decía ella. Entonces yo comía", me contaba mi abuela.
En una de esas visitas, doña Gabriela le regaló una tombillita (cesta de mimbre pequeña) llena de tacitas de barro, para que jugara. "Vengo yo de bruta y me las llevo para el servicio y las dejo ir en el hoyo", me dijo.
Mi abuela lo hizo no porque no le gustaran, sino porque nunca había tenido juguetes (ni tiempo de jugar) y no sabía qué hacer con ellos, ya que la madrina que la crió (la niña Eulofia) desde pequeña la puso a trabajar.
Al tiempo, doña Gabriela enfermó. La última vez que mi abuela fue a visitarla, ella estaba sentada en la cama, con una almohada en el regazo donde apoyaba su cabeza, ya que no podía acostarse.
-Claudina, pedile a los santos que me cure yo. No me debo de morir sin dejarte tu casita.
-Bueno, madrina.
A los días, doña Gabriela murió y no pudo concretar su deseo de dejarle una casita a mi abuela.
Cada vez que contaba esta historia, mi abuela terminaba diciendo: "Noo, si yo tuve oportunidades de tener pisto, pero a saber por qué Dios no quiso".
viernes, 24 de agosto de 2012
Hasta pronto
El nombre de este blog "Pasadas de camino real" fue inspirado por las historias de tradición oral que me contaba mi abuela, Claudina Salazar, quien falleció el pasado 19 de agosto; por lo que me pareció justo rendirle homenaje contando aquí su historia.
Parte I: Los primeros pasos
Según la cédula de identidad de mi abuela, nació el 30 de octubre de 1931, aunque se desconocía a cabalidad si esta fue la fecha exacta. Tuvo un hermano gemelo quien murió en el parto. Sus padres fueron Esteban Berrios y Elisa Salazar y el lugar de su nacimiento fue el barrio Las Victorias, de Ciudad Delgado, San Salvador.
Vivió con sus padres los primeros años de su infancia. Vagamente recordaba que un día llegó un muchacho y una muchacha a la champa donde vivían. Cuando su papá llegó de trabajar preguntó a su mujer quiénes eran los muchachos y ella respondió "son mis hijos".
Tal noticia pareció no alterarlo mucho, él sólo tomó su sombrero y se fue.
Mi abuela se quedó con su madre poco tiempo, ya que por las noches ella y sus dos hijos salían "a mirar las luces de la calle y la gente que pasaba y regresaban bien noche y a mí me dejaban dorminda", decía.
Al rato que ella despertaba, salía llorando semi desnuda hacia la champa más cercana, donde doña Eulofia, y al regresar su madre la iba a traer y se la llevaba de regreso a puros chilillazos.
Un día, doña Eulofia (a quien llamaban Lopa), le contó al papá de mi abuela la situación y él le dijo que esa noche ya no le entregara a la niña. "Llévela usted de confirma y se la queda, yo le voy a estar dando algo (supuestamente dinero)", le dijo y ella aceptó.
Esa noche que la mamá la llegó a traer, doña Lopa le dijo lo que don Esteban había dispuesto. La mamá respondió "ah vaya" y se fue y nunca regresó por la Claudina.
Desde entonces, mi abuela se crió con la madrina.
Parte I: Los primeros pasos
Según la cédula de identidad de mi abuela, nació el 30 de octubre de 1931, aunque se desconocía a cabalidad si esta fue la fecha exacta. Tuvo un hermano gemelo quien murió en el parto. Sus padres fueron Esteban Berrios y Elisa Salazar y el lugar de su nacimiento fue el barrio Las Victorias, de Ciudad Delgado, San Salvador.
Vivió con sus padres los primeros años de su infancia. Vagamente recordaba que un día llegó un muchacho y una muchacha a la champa donde vivían. Cuando su papá llegó de trabajar preguntó a su mujer quiénes eran los muchachos y ella respondió "son mis hijos".
Tal noticia pareció no alterarlo mucho, él sólo tomó su sombrero y se fue.
Mi abuela se quedó con su madre poco tiempo, ya que por las noches ella y sus dos hijos salían "a mirar las luces de la calle y la gente que pasaba y regresaban bien noche y a mí me dejaban dorminda", decía.
Al rato que ella despertaba, salía llorando semi desnuda hacia la champa más cercana, donde doña Eulofia, y al regresar su madre la iba a traer y se la llevaba de regreso a puros chilillazos.
Un día, doña Eulofia (a quien llamaban Lopa), le contó al papá de mi abuela la situación y él le dijo que esa noche ya no le entregara a la niña. "Llévela usted de confirma y se la queda, yo le voy a estar dando algo (supuestamente dinero)", le dijo y ella aceptó.
Esa noche que la mamá la llegó a traer, doña Lopa le dijo lo que don Esteban había dispuesto. La mamá respondió "ah vaya" y se fue y nunca regresó por la Claudina.
Desde entonces, mi abuela se crió con la madrina.
miércoles, 8 de agosto de 2012
El cuidado del nombre
Según Wikipedia:
El nombre es la designación o denominación verbal que se le da a una persona, animal, cosa, o concepto tangible o intangible, concreto o abstracto, para
distinguirlo de otros.
En la antigüedad
los padres ponían nombres que tuvieran algún significado especial. Ejemplo de
ello lo encontramos en la Biblia, con nombre como: Abraham, que es "padre
de muchos pueblos o naciones"; Daniel, que es "justicia de Dios"
y el mismo Jesús, que es "el Mesías, o el que salva".
En El Salvador,
en la primera mitad del siglo XX, fue muy común que se nombrara el infante
según el santo del día, el que aparece en el calendario.
Luego, con el
auge de las remesas, la música y las películas, se empezaron a utilizar nombres
de artistas o de otros países, como: Bryan, Jennifer, Ashley, Michael, etc.
Pero
independientemente cuál sea nuestor nombre y por qué no llamaron así, casi
todos cuidan su nombre.
Lo cuidamos en
que no aparezca en un chambre, deuda, problema legal o triángulos amorosos o
que no salga en publicado en algún medio de comunicación.
Y por el
contrario, se procura que nuestro nombre figure entre reconocimientos,
créditos, elogios y toda cosa buena.
En el caso del
periodismo, el reportero procura que cada nota tenga el respectivo crédito
excepto en aquellos casos en que la información puede ser comprometedora.
Lo que menos se
busca es que nuestro nombre se vuelva un protagonista de la información que
difundimos, pero no siempre se logra.
Tal es el
caso de una publicación en que el Ministerio de Obras Públicas (MOP) declaró
reserva a una información solicitada por medio de la Oficina de Información y
Respuesta (OIR), como prueba documental, se publicó la carta en la que el
oficial informa la resolución de reserva, dirigida a mi nombre.
Se puso esa carta
para no utilizar la de la resolución hecha por el gerente de Derechos de vía
solo porque en esa aparecen el apellido de una familia de muy buena posición
económica.
Luego, la
Subsecretaría de Transparencia, retoma el tema y lo publica en la página de
Transparencia Artiva dónde, nuevamente, se publica mi nombre como la
solicitante de la información.
Generalmente, se
exponen nombres de fuentes informativas o personas en casos coyunturales, ahora
resultó que fue una especie de autoexposición.