miércoles, 23 de abril de 2014

Buenas noches

Buenas noches, es mi saludo y mi despedida.

Que el resplandor de luna te recuerde mi mensaje en la distancia y en el tiempo.

Buenas noches.

El beso nocturno que mis labios no pueden darte,
te lo entregue el viento cuando acaricie tu mejilla.

Buenas noches.

El firmamento será para ti mi abrazo,
y el silencio de la oscuridad mi corazón que arrulla tus sueños.

Buenas noches.
Es la despedida.



domingo, 20 de abril de 2014

Invasor de sueños

Era un día cualquiera, que no ofrecía nada en especial, rutinario, hasta tedioso.
Ella, una chica normal que podía pasar desapercibida, alguien a quien podían calificar solo como "una chica linda".
Era una usuaria frecuente de la biblioteca de la universidad, de esas que se resisten a dejar los libros y depender del Internet para hacer sus tareas. Además de que le gustaba porque era un lugar silencioso.

Ese día, como muchos otros, se fue a su lugar preferido a pasar un momento tranquilo de lectura. Pero la tranquilidad fue lo que menos encontró a partir de ese día.

Fijaba su mirada en el estante de los autores clásicos y de pronto, en el reducido espacio superior entre los libros y el estante, algo impactó en su ser y ya no podría ser la misma.
Por un segundo, quizá menos, su mirada se encontró con otra. Esos ojos color café fueron los más bellos que jamás había visto, al menos así le pareció.
Por timidez, nervios o pena, apartó su mirada y se dio la vuelta. Sintió su corazón palpitante y dudaba si volver la vista o no. Aunque pasaron solo segundos le pareció una eternidad. Al fin, se decidió a volver su mirada pero los ojos que vio (y su dueño) ya no estaban.

Esa tarde regresó a casa pensando en que fue una tonta al impactarse de esa manera. Cenó, hizo su tarea y se fue a la cama. "Mañana ya se me habrá pasado" pensó para sí.

Pero la noche no le dio descanso.
Esos ojos permanecieron en sus sueños, le parecían cálidos, penetrantes.

La mañana llegó, de nuevo se sintió una tonta al recordar el día anterior y los sueños que no la dejaron descansar. Se dijo que ese iba a ser otro día normal, iría al trabajo en la mañana, a la universidad por la tarde y posiblemente, sí, iría a la biblioteca.
El plan se llevó a cabo, pero en la biblioteca no encontró esos ojos que el día anterior la habían impactando tanto. No pudo evitar dar un respiro como de alivio y se marchó a casa.

Pero esa noche, de nuevo estaban ahí, observándola y la noche siguiente y la siguiente. Con cada despertar sentía una ansiedad de volverlos a ver, para saber si la ternura de esa mirada podía ser verdadera o solo era su imaginación que decidió atormentarla.

Dejó de ir a la biblioteca por algunos días, hasta que una tarea que les dejó el maestro de Literatura la hizo regresar. Esta vez estaba más concentrada en su tarea y olvidó por un momento que estaba en el lugar donde por primera vez vio los ojos café que se presentaban en sus sueños.

Terminó su tarea y se dispuso a regresar los libros a los estantes. Cuando colocaba el último, levantó su vista y ahí estaban, observándola.
Esta vez no apartó la mirada y vio dibujarse una sonrisa en rostro del dueño de los bellos ojos café.



Fin.

martes, 1 de abril de 2014

Hilando memorias

Mi niñez está llena de recuerdos de campiña, de abandono, de tristeza, de juegos, de historias fantásticas,  de mitos y sueños sin realizar y realizados; está llena de memorias, pero ninguna de ellas me pertenece.

Mis recuerdos son los recuerdos de mi abuela y de mi madre. Historias de vida que al imaginarlas tienen tono en blanco y negro o sepia, como las fotografías de  juventud, de días pasados.

Conversaciones inolvidables que siempre iniciaban con un "cuando yo era cipota" o "me acuerdo que una vez Antonio..."
Aunque no lo conocí personalmente, mi tío Antonio no me parece un extraño. Siempre había una historia de infancia y juventud de mi mamá y mi abuela sobre él que describía su carácter, su aspecto. Me parece que su influencia en sus vidas fue más grande de lo que pensaban porque estaba presente en más de alguna conversación.
Historias sobre mi abuelo tampoco faltaron.  Hombre mujeriego, padre de medio tiempo, pero a quien mi abuela no dejó de amar, al menos eso me pareció.

Recuerdos, son tantos que difícilmente podría ponerlos en orden. En medio de ellos aparecen las "pasadas", esas historias fantásticas de tradición oral que mi abuela explicaba diciendo "antes había más sencillez y se daban esas cosas".

Memorias, memorias que me hicieron comprender de dónde provengo y aunque no son propias las siento mías.
Memorias que a veces escribo para no olvidar.