Desde hace una par de semanas la ruta AB117, de Aguilares a San Salvador, anunció por medio de cartelitos en las unidades que el recorrido había sido modificado y que ya no llegarían a la terminal de oriente.
Específicamente decían: llegando a la caseta, pasando por el INFRAMEN, Terraza, parque Centenario, retornando al redondel La Isla e incorporándose nuevamente a la Troncal del Norte.
Desde que lo supe, además de pensar en hacer una nota de eso, me puse a pensar que también modifica mi ruta de traslado desde Aguilares hasta Santa Elena, en Antiguo Cuscatlán.
Mi ruta normal es llegar a la terminal y caminar hacia la gasolinera que está casi enfrente para abordar la ruta 34 que va a Santa Elena. Fácil, no rápido porque esa ruta es super ultra mega lenta. A veces la 117 tardaba hora y media en llegar a la terminal (cuando se supone debe hacer una hora) y esa ruta hace de una hora a una hora y cinco minutos hasta Santa Elena. Con tráfico pesado, he llegado en 3 horas!
Y ahora con el cambio, qué opciones tengo?
Vamos a ver.
Opción 1. Bajarme de la 117 en la caseta o en la 29 calle si se puede (Terraza) para abordar la ruta 3, bajarme en la UES y tomar la MB 44. Eso significaría hacer un trasbordo más, ya no gastaría $0.70, sino $0.95. Además, tendría que invertir más tiempo, ya que de Aguilares a la caseta se hace una hora, con suerte, o hora y 10 minutos según el tráfico. De ahí a la UES, 20 minutos y de la UES a Santa Elena aproximadamente 50 minutos y si hay tráfico pesado en el bulevar de Los Próceres tarda más. Pero digamos que sería 2 horas y 20 minutos. Problema es que la 44 va llena.
Opción 2. Bajarme en la parada por El Diario de Hoy y abordar una ruta AB52 a metrosur y de ahí abordar la MB44. Lo mismo, gastaría $0.95. Pero en esa parada la 52 ya va llena. Si uno no logra llegar hasta la puerta en lo que llega a metrosur se corre el riesgo de que me baje hasta el Salvador del Mundo. Y si me logro bajar, está el problema que cuesta mucho abordar una 44 en esa zona. Hay más usuarios que la abordan ahí y toca que esperar que pase otra para poder abordar. De tiempo, sería como 2 horas y media para llegar, sin contar tráfico pesado.
Opción 3. Bajarme en la parada del parque Centenario y caminar por la 10a avenida hasta la 4a calle oriente para abordar la ruta 34. Caminar 6 cuadras en el centro?! no, mejor no.
Opción 4. Bajarme en el parque Centenario y abordar el SITRAMSS. Pagaría $0.50 de la 117 más $0.33 del SITRAMSS y si me bajo en metrosur los $0.25 de la 44 suman $1.08; pero volvemos al problema de la 44.
Opción 5. Bajarme en el parque Centenario, abordar el SITRAMSS y bajarme en el Salvador del Mundo. De tiempo tal vez llegue más rápido, digamos que en unos 20 minutos. De ahí tendría que abordar alguna ruta 101 ó 42 para bajarme en La Gran Vía, otros 20 minutos si no hay tanto tráfico y cruzarme la pasarela y tomar una 34 ó 44 al inicio del puente de Santa Elena para llegar a La Prensa, digamos 10 minutos. Gastaría $1.23 ó $1.28. Digamos dos horas y 15 minutos. O caminar desde ahí hasta LGP (ya lo he hecho y cuesta) #OkNo.
Ah si, es solo la ida, la vuelta es otro lío.
Opción 6. Alguien sabe si alquilan o venden algún apartamento bueno, bonito y barato, de preferencia por Antiguo Cuscatlán o Santa Tecla??
viernes, 21 de agosto de 2015
domingo, 2 de agosto de 2015
Sobrevivir a la infancia es un milagro
Dicen que la infancia es la mejor época de la vida, cero preocupación, cero deudas y te dedicas a jugar y estudiar. Los errores cometidos son hasta admisibles porque los haces con inocencia o ignorancia. Son los padres los que se preocupan de que aprendas a hacer las cosas bien, de educarte y protegerte.
Sin duda una etapa maravillosa... o hasta que te das cuenta de todos los riesgos que corriste en esa peligrosa inocencia y un día -como este en mi caso- llegas a pensar que estás vivo e ileso de puro milagro.
Cada quien tiene sus propias anécdotas de infancia que son verdaderas historias. Hoy me recordé algunas de mis hermanos y mías.
Contaba mi mamá que una vez llegó mi hermano (cuando era muy pequeño) preguntando si había visto el martillo. Ella preguntó para qué lo buscaba. Respuesta: es que la niña va a ser la dolorosa (En esos días habían pasado las procesiones y vieron que las imágenes tenían una rueda de metal en la cabeza). Mi hermana (más pequeña que él) estaba detrás deteniéndose un plato y un clavo grande y largo en la cabeza. (Sí, él se lo iba a clavar, para eso quería el martillo).
Uff tarea la de mi mamá en explicarle que eso no era bueno.
Otra vez, mi mamá pasó frente a la refrigeradora y vio todo afuera. Comenzó a llamar: Martincito, Claudita. "Aquí stoy" dijo ella (sí, ella estaba dentro de la refrigerafora).
Otra ocasión, que al parecer era de madrugada porque mis papás ya se habían levantado, mi hermano vio que estaba oscuro y decidió encender una vela. Y para que la luz no me molestará (tan lindo él), la puso debajo de mi cuna. Por suerte no al centro sino a un lado y se quemó una caja de juguetes. Claro que el tronar del plástico quemándose alertó a mi mamá y con una colcha mojada apagaron el fuego.
Como cuatro años después, recuerdo que un día una de las panaderas que trabajaba en mi casa también había planchado la ropa y dejó la plancha en el suelo para que se enfriara.
Mi hermano me dijo que la tocara. Recuerdo perfectamente caminar hacia ella con mi mano extendida... pero no recuerdo qué pasó en ese instante, está borrado, recuerdo que después iba caminando de la mano de una de las panaderas y me veía la mano llena de pomada.
Hubo un tiempo que hacían las tortillas y pupusas en comal. Una vez, jugado de pasar bajo los leños que salían del comal, justo en el momento en que sacaban una pupusa, mi hermana se cruzó y le cayó en la cabeza (ouch).
Mis hermanos estaban jugando de saltar en la cama de mi papá, tomados de las manos. Él la soltó y ella cayó al piso. Se safó un brazo.
Otra vez, en casa de mi abuela, mi hermano estaba arreglando su bicicleta y jugaba de hacer girar la llanta y meter y sacar el dedo entre los rayos de la misma. Me dijo que lo intentara. Metí el dedo índice derecho, no lo saqué con sufiente rapidez (Fue horrible).
Ah sí, las advertencias de "niños no hagan esto en casa" no son por gusto. Hace años pasaban películas de Kung fu en la tarde. Nos encantaban. Uno de esos días, mi hermano y yo jugamos a que eramos los personajes. Él no me pegó, solo me tiró el gato y me arañó bastante feo (pobre gato, también sufrió).
A todo esto se agrega las indigestiones por combinaciones alimenticias insanas (nunca mezclen coca cola con uva y colashampan, sabe feo. Ni hagan paletas de azucarada =P).
Todo eso pasó cuando mis papás no estaban, por supuesto. Ellos no nos hubieran dejado hacer nada de eso.
A medida que escribo recuerdo más, pero creo que es sufiente para dejar claro el punto inicial. Hoy me río pero creo que de veras que sobrevivir a la infancia fue un milagro.
Me río y extraño esa etapa, en especial porque mi hermano estuvo en casi todas esas locuras. Me habría gustado recordarlas y reírnos juntos.
Ahora solo me quedan sus recuerdos y espero que en un futuro nos volvamos a encontrar.
Un abrazo hasta el cielo mi hermano.
Sin duda una etapa maravillosa... o hasta que te das cuenta de todos los riesgos que corriste en esa peligrosa inocencia y un día -como este en mi caso- llegas a pensar que estás vivo e ileso de puro milagro.
Cada quien tiene sus propias anécdotas de infancia que son verdaderas historias. Hoy me recordé algunas de mis hermanos y mías.
Contaba mi mamá que una vez llegó mi hermano (cuando era muy pequeño) preguntando si había visto el martillo. Ella preguntó para qué lo buscaba. Respuesta: es que la niña va a ser la dolorosa (En esos días habían pasado las procesiones y vieron que las imágenes tenían una rueda de metal en la cabeza). Mi hermana (más pequeña que él) estaba detrás deteniéndose un plato y un clavo grande y largo en la cabeza. (Sí, él se lo iba a clavar, para eso quería el martillo).
Uff tarea la de mi mamá en explicarle que eso no era bueno.
Otra vez, mi mamá pasó frente a la refrigeradora y vio todo afuera. Comenzó a llamar: Martincito, Claudita. "Aquí stoy" dijo ella (sí, ella estaba dentro de la refrigerafora).
Otra ocasión, que al parecer era de madrugada porque mis papás ya se habían levantado, mi hermano vio que estaba oscuro y decidió encender una vela. Y para que la luz no me molestará (tan lindo él), la puso debajo de mi cuna. Por suerte no al centro sino a un lado y se quemó una caja de juguetes. Claro que el tronar del plástico quemándose alertó a mi mamá y con una colcha mojada apagaron el fuego.
Como cuatro años después, recuerdo que un día una de las panaderas que trabajaba en mi casa también había planchado la ropa y dejó la plancha en el suelo para que se enfriara.
Mi hermano me dijo que la tocara. Recuerdo perfectamente caminar hacia ella con mi mano extendida... pero no recuerdo qué pasó en ese instante, está borrado, recuerdo que después iba caminando de la mano de una de las panaderas y me veía la mano llena de pomada.
Hubo un tiempo que hacían las tortillas y pupusas en comal. Una vez, jugado de pasar bajo los leños que salían del comal, justo en el momento en que sacaban una pupusa, mi hermana se cruzó y le cayó en la cabeza (ouch).
Mis hermanos estaban jugando de saltar en la cama de mi papá, tomados de las manos. Él la soltó y ella cayó al piso. Se safó un brazo.
Otra vez, en casa de mi abuela, mi hermano estaba arreglando su bicicleta y jugaba de hacer girar la llanta y meter y sacar el dedo entre los rayos de la misma. Me dijo que lo intentara. Metí el dedo índice derecho, no lo saqué con sufiente rapidez (Fue horrible).
Ah sí, las advertencias de "niños no hagan esto en casa" no son por gusto. Hace años pasaban películas de Kung fu en la tarde. Nos encantaban. Uno de esos días, mi hermano y yo jugamos a que eramos los personajes. Él no me pegó, solo me tiró el gato y me arañó bastante feo (pobre gato, también sufrió).
A todo esto se agrega las indigestiones por combinaciones alimenticias insanas (nunca mezclen coca cola con uva y colashampan, sabe feo. Ni hagan paletas de azucarada =P).
Todo eso pasó cuando mis papás no estaban, por supuesto. Ellos no nos hubieran dejado hacer nada de eso.
A medida que escribo recuerdo más, pero creo que es sufiente para dejar claro el punto inicial. Hoy me río pero creo que de veras que sobrevivir a la infancia fue un milagro.
Me río y extraño esa etapa, en especial porque mi hermano estuvo en casi todas esas locuras. Me habría gustado recordarlas y reírnos juntos.
Ahora solo me quedan sus recuerdos y espero que en un futuro nos volvamos a encontrar.
Un abrazo hasta el cielo mi hermano.