miércoles, 18 de mayo de 2016
Reserva un cupo: viajando conmigo misma
Un versículo que tengo presente es este: "Jehová guardará tu salida y tu entrada
Desde ahora y para siempre" (Salmo 121:8). Lo creo y lo recuerdo cada vez al salir, más cuando abordo una unidad de transporte público.
Y durante estas vacaciones no fue la excepción y esta vez no fue por abordar un bus, sino por cruzar las fronteras y salir a conocer un nuevo lugar: Roatán.
Fue un viaje entretenido, viajando por tierra hasta La Ceiba (saliendo por Anguiatú hacia Guatemala y de ahí al Florido en Honduras) y de ahí en avioneta a la isla.
Trayecto largo y no dejó de representar peligro o riesgos.
¿Si me dio miedo? Sí, lo tuve desde el principio, pero decidí superarlo y aventurarme a salir. Por supuesto que iba con un tour operador, no me atrevo a ir "mochileando".
Iban más personas claro, pero yo fui sola y no es la primera vez que viajo así.
Ya de regreso, una amiga preguntó cómo pude irme sola, cómo pude viajar yo sola. Y es que por seguridad, por costumbre, por el sistema masculino hegemónico, o por lo que sea, las mujeres no suelen viajar solas, o salen con su familia o con grupos de amigos y amigas o con su pareja.
Honestamente, soy de la idea de que esos momentos así se comparten con personas cercanas y especiales. Que se recuerdan mejor cuando alguien te acompaña.
Pero no siempre es así.
Con esta mi profesión difícilmente coinciden los días libres con las amistades (que casi todos comparten conmigo la misma profesión) o sus planes no coinciden con los míos.
De hecho, me resulta bastante difícil tan solo coincidir para tomar café o almorzar, ya no digamos ir a otro país! (Ya me han dejado plantada o me han dicho "ya no puedo porque bla bla bla" varias veces).
Así que me dije que si me quedo a esperar a que alguien tenga tiempo y quiera salir conmigo, nunca iré a ninguna parte.
Por eso tomé ánimos (gracias Alejandra Dimas porque siempre me apoyas), busqué la opción que mejor me saliera, hice mi maleta y agarré camino.
El viaje fue largo sí, pero valió la pena.
No tuve esas complicaciones de que hay que ponerse de acuerdo dónde comer, tuve una habitación para mí sola y gasté según mi presupuesto, sin presiones, como deben de ser unas vacaciones.
Agradecí a Dios por dejarme ver un hermoso atardecer. Compartí conversaciones y risas con un grupo de extraños quienes fueron mis compañeros de viaje.
Y recordé una frase de mi mami, cuando nos exhortaba a estudiar y ser mujeres económicamente independientes como ella trató de ser: "comí y me puse lo que quise".
Sigo pensando que los buenos momentos se comparten con alguien más, siempre que se pueda.
Si no, sabré que es un tiempo para disfrutar conmigo misma y guardarlo entre mis mejores recuerdos.
Y después de eso ya no tuve pena de ir al cine sola ;)
P.D. El capitán América es chulo :-* <3 p="">3>