De todos es conocido que en El Salvador existe mucha pobreza y marginalidad, pero en años atrás (entiéndase gestiones areneras) no se hablaba a cabalidad sobre la vulnerabilidad en la que viven millones de salvadoreños.
Para el caso, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) el nivel de desempleo de mujeres alcanzó el 10.5% en el 2008 y podría alcanzar el 14% este año. A nivel general, se podrían perder entre 45 mil y 55 mil empleos este año.
Si eso llegara a suceder, se usaría este dato para desvirtuar la propuesta del presidente Mauricio Funes, de propiciar la creación de cien mil empleos.
Sinceramente, desconozco el plazo meta del mandatario para cumplir este propósito. A mi parecer, los empleos que se pierdan este año son rezagos de las políticas públicas de gestiones pasadas.
Pero el tema central es ver más allá de los números, es ver a esos niños, niñas, mujeres y ancianos que no cuentan con el sustento básico para desarrollarse.
Es obvio, sin capacidad para laborar no hay empleo, sin empleo no hay dinero, sin dinero no hay comida, sin comida no hay nutrición, sin nutrición no hay salud, sin salud no hay un desarrollo integral de las personas, entre otras cosas.
No es de extrañar el hecho de que la mayoría de mujeres laboralmente activas trabajen en los mercados, pues ahí no les exigen capacitación alguna más que la de saber contar, barrer, lavar o cocinar.
Jesucristo dijo que siempre habrá pobres entre nosotros, pero eso no es un pretexto para no ayudarles, pues agregó que siempre tendremos oportunidad de hacerles bien.
El apóstol Pablo también explica que no hacemos nada sólo con decirles a los pobres "calentaos y saciaos", sino que tenemos que aportarles lo que necesitan para tal fin.
Tengo la impresión que de ahora en adelante sabremos que hay más pobres de los que imaginábamos.
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