

Los mensajes eran claros: no talar los árboles ni destruir las pocas zonas verdes que nos quedan, cuidar el agua, tomar políticas de preservación del recurso hídrico, evitar contaminación de ríos, promover cultivos orgánicos, cuidar la madre tierra.Luego, de forma simbólica, las decenas de personas presentes caminaron hacia el otro extremo del parque para presenciar la siembra de dos arbolitos.
Bonita actividad.
Lástima que solo es eso, una actividad.
La realidad es que los salvadoreños somos sucios. En el parque se puede ver tiradas en el suelo bolsas de agua, platos desechables que alguien usó y no llevó al basurero, botellas plásticas, botellas de vidrio, bolsas que alguna vez tuvieron golosinas. Las góndolas donde se reúne la basura estaban llenas y faltaba más por recoger.
Y además de sucios, los salvadoreños somos de doble moral. Queremos que las alcaldías cumplan a diario con la recolección de basura, que barran las calles; pero nosotros no dejamos de sacar basura, de tirarla a las calles.
Todavía nos cuesta llevarla en la mano hasta encontrar un basurero, es más fácil soltarla y que caiga donde sea.
Y la soltamos en los tragantes. Cuando llueve y las calles de la ciudad se inundan porque los drenajes están colapsados y obstruidos, comenzamos a quejarnos otra vez que no limpian.
Cortamos árboles para hacer construcciones (no solo grandes residenciales y centros comerciales, también para ampliar un cuarto dentro de la casa o hacer un garage) y luego nos quejamos del calor.
Y ya no digamos el problema del agua, además del problema de enfermedades transmisibles por vectores que bien pueden evitarse.

A ver cuándo aprendemos que la salud y limpieza no es solo recoger la basura, sino dejar de producir tanta.
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