Las celebraciones de navidad y año nuevo deben ser de alegría con la familia, reflexión y buenos deseos; pero en El Salvador se ven empañadas por los niños quemados con pólvora y por los fallecidos en accidentes de tránsito.
Cada año las autoridades de Protección Civil ponen en operación el "Plan Belén" para prevenir y atender las emergencias que se susciten durante esta temporada festiva.
Las más de 39,900 personas que participan se ponen al servicio de la población salvadoreña para brindar protección y auxilio, pero ninguno de ellos puede hacer la labor más importante en estas fiestas: meterse a la casa de cada familia y ciudar a sus hijos.
Por más que el director de Protección Civil les pida a las personas que tengan precaución cuando sus niños manipulen pólvora, la gente no hace caso.
La mayoría de personas les compra cohetes a los menores "porque les gusta y es una alegría para los cipotes"... no lo creo.
Los niños se alegran con las luces, con los juguetes, pero se alegran más cuando sus padres comparten tiempo de calidad, cuando les ponen atención en las cosas que a ellos les interesa; pero aquí los adultos prefieren comprar pólvora para que el niño esté entretenido y no los esté molestando cuando estén con sus amigos ingiriendo bebidas alcohólicas.
O los padres dejan que las madres sean las encargadas de vigilar a los niños, pero ellas pasan más ocupadas preparando la cena de navidad o lavando las ollas que ocupó u otra tarea que no le deja estar pendiente al 100% de sus hijos.
Basta un descuido, un segundo, y luego los gritos de susto y dolor del infante atraen del todo la atención de los padres.
Después vemos las imágenes en la televisión y en los periódicos de los niños en la unidad de quemados en el hospital Benjamín Bloom y las mamás llorando que un descuidito tuvieron y el niño se quemó.
Después, al tener una triste navidad, es cuando se lamentan de haber comprado pólvora.
Personalmente, concuerdo con la opinión de la ministra de Salud, que debería prohibirse la manipulación de pólvora por parte de la población.
Pero hay sectores que se resisten a esa idea "porque es una manera de ganarse la vida" de parte de quienes la fabrican y la venden. Parece que estuvieran defendiendo un negocio de muerte. Defienden el dinero y no la vida, ¿qué raro no?
Lo triste es que la historia se repite, falta la fiesta de fin de año, ojalá, primero Dios, que los padres sean más responsables y no dejen que sus niños quemen pólvora y si lo hacen, que estén más pendientes de ellos y no de los tragos.
¿Será pedir demasiado?
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