Una de mis pasiones es escribir. Sé que tengo mucho que aprender y sé que lo que escriba no siempre será del interés del lector.
Pero hay momentos que simplemente escribo para mí.
Desde hace tiempo quiero escribir los recuerdos de mi abuela y mi madre. Sus recuerdos, esos que me contaron un día cualquiera cuando desayunábamos, en las noches lluviosas y las tardes de café.
Siempre escuché sus historias de buena gana, porque me interesaba saber qué pasó durante su niñez, su juventud y su vida.
Esas historias aderezadas o mesuradas con el tiempo, las exageraciones, los mitos y los momentos duros que las forjaron y las hicieron mujeres valientes.
Probablemente no le interese a nadie más que a mí, pero escribir sus historias me ayuda a entender mi pasado, a conocer de dónde vengo.
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El inicio
Un día, desayunando con mi mamá y mi abuela, salió a conversación el camino que inició la abuela (no la mía, la de mi mamá).
Carmen Toledo creció en una hacienda de las tantas que había en El Paisnal a principios del siglo XX, era hija de un mozo y una criada.
Al morir sus padres, como no tenía recursos para sepultarlos, se encargaba el patrón.
Tiempo después, el patrón, llamado Rosendo, le dijo:
-Bicha, pagáme.
Simplemente la tomó y al poco tiempo la despidió.
Carmen se fue, cargando en su vientre a quien llamó Julio (mi abuelo materno).
Parece que se fue a Suchitoto, donde conoció a Daniel, hijo de José Ángel Larreynaga (mi mamá dijo que él fue alcalde de Suchitoto, pero no he comprobado eso).
Daniel se casó con Carmen y le dio su apellido a Julio.
No sé cuándo se fueron a vivir a Aguilares, solo sé que ahí pasaron la mayor parte de su vida y fueron una gran influencia para Claudina (mi abuela) y Concepción (mi mamá).
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Claudina
Mi abuela nació el 30 de octubre de 1931, en barrio Las Victorias, de Ciudad Delgado.
Hija de Esteban Berríos y Elisa Salazar.
Supongo que por no estar casados, su primer apellido fue Salazar y no Berríos.
Tuvo un hermano gemelo, quien falleció cuando era bebé.
Mi mamá describía a su abuelo como "un hombre chiquito, moreno y de ojos amarillos".
Vivían en un ranchito de bahareque.
Uno de sus primeros recuerdos era este:
-Mi papá cada vez que llegaba en la noche ponía el sombrero en un gancho y se sentaba a comer.
Un día llegaron un muchacho y una muchacha y cuando él llegó y los vio les preguntó:
-ajá, ¿qué querían?
Mi mamá le dijo:
- Ellos son mis hijos
-¿El qué decís?
- Que son mis hijos.
-Esto no me lo habías dicho.
Entonces agarró el sombrero y se fue.
Mi abuela tenía como cinco años de edad. Luego de eso, al enterarse que la dejaban sola y no la cuidaban, el papá decidió regalarla a la madrina, doña Eulofia.
A partir de ahí muchas cosas pasaron, que contaré en otra oportunidad.
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