En blanco
y negro, sepia, bien conservadas o con las huellas que deja el paso del tiempo;
lo cierto es que muchos de nosotros conservamos alguna fotografía, una captura
del tiempo pasado, de rostros con la mirada fija, sobrevivientes inmóviles del correr
de los años.
Siempre me
ha gustado ver las fotografías viejas de mi familia y saber más sobre esas
personas.
No sé específicamente desde cuándo me interesó conocer la vida de mi abuela y de mi madre, solo sé que escuché de buena gana sus anécdotas mientras pudieron contarlas.
Por medio de sus relatos siento que conocí bien a mi abuela Luisa, quien falleció cuando mi papá tenía como 13 años; a mi abuelo Julio, quien murió el año que mis padres se casaron; a mi tío Antonio, quien desapareció en diciembre de 1978 ó 1979 (no estoy segura cuál) y a la bisabuela Carmen, quien murió en 1990.
Son capturas del pasado, imágenes inmóviles que resguardan abundantes historias.
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