Dicen que la infancia es la mejor época de la vida, cero preocupación, cero deudas y te dedicas a jugar y estudiar. Los errores cometidos son hasta admisibles porque los haces con inocencia o ignorancia. Son los padres los que se preocupan de que aprendas a hacer las cosas bien, de educarte y protegerte.
Sin duda una etapa maravillosa... o hasta que te das cuenta de todos los riesgos que corriste en esa peligrosa inocencia y un día -como este en mi caso- llegas a pensar que estás vivo e ileso de puro milagro.
Cada quien tiene sus propias anécdotas de infancia que son verdaderas historias. Hoy me recordé algunas de mis hermanos y mías.
Contaba mi mamá que una vez llegó mi hermano (cuando era muy pequeño) preguntando si había visto el martillo. Ella preguntó para qué lo buscaba. Respuesta: es que la niña va a ser la dolorosa (En esos días habían pasado las procesiones y vieron que las imágenes tenían una rueda de metal en la cabeza). Mi hermana (más pequeña que él) estaba detrás deteniéndose un plato y un clavo grande y largo en la cabeza. (Sí, él se lo iba a clavar, para eso quería el martillo).
Uff tarea la de mi mamá en explicarle que eso no era bueno.
Otra vez, mi mamá pasó frente a la refrigeradora y vio todo afuera. Comenzó a llamar: Martincito, Claudita. "Aquí stoy" dijo ella (sí, ella estaba dentro de la refrigerafora).
Otra ocasión, que al parecer era de madrugada porque mis papás ya se habían levantado, mi hermano vio que estaba oscuro y decidió encender una vela. Y para que la luz no me molestará (tan lindo él), la puso debajo de mi cuna. Por suerte no al centro sino a un lado y se quemó una caja de juguetes. Claro que el tronar del plástico quemándose alertó a mi mamá y con una colcha mojada apagaron el fuego.
Como cuatro años después, recuerdo que un día una de las panaderas que trabajaba en mi casa también había planchado la ropa y dejó la plancha en el suelo para que se enfriara.
Mi hermano me dijo que la tocara. Recuerdo perfectamente caminar hacia ella con mi mano extendida... pero no recuerdo qué pasó en ese instante, está borrado, recuerdo que después iba caminando de la mano de una de las panaderas y me veía la mano llena de pomada.
Hubo un tiempo que hacían las tortillas y pupusas en comal. Una vez, jugado de pasar bajo los leños que salían del comal, justo en el momento en que sacaban una pupusa, mi hermana se cruzó y le cayó en la cabeza (ouch).
Mis hermanos estaban jugando de saltar en la cama de mi papá, tomados de las manos. Él la soltó y ella cayó al piso. Se safó un brazo.
Otra vez, en casa de mi abuela, mi hermano estaba arreglando su bicicleta y jugaba de hacer girar la llanta y meter y sacar el dedo entre los rayos de la misma. Me dijo que lo intentara. Metí el dedo índice derecho, no lo saqué con sufiente rapidez (Fue horrible).
Ah sí, las advertencias de "niños no hagan esto en casa" no son por gusto. Hace años pasaban películas de Kung fu en la tarde. Nos encantaban. Uno de esos días, mi hermano y yo jugamos a que eramos los personajes. Él no me pegó, solo me tiró el gato y me arañó bastante feo (pobre gato, también sufrió).
A todo esto se agrega las indigestiones por combinaciones alimenticias insanas (nunca mezclen coca cola con uva y colashampan, sabe feo. Ni hagan paletas de azucarada =P).
Todo eso pasó cuando mis papás no estaban, por supuesto. Ellos no nos hubieran dejado hacer nada de eso.
A medida que escribo recuerdo más, pero creo que es sufiente para dejar claro el punto inicial. Hoy me río pero creo que de veras que sobrevivir a la infancia fue un milagro.
Me río y extraño esa etapa, en especial porque mi hermano estuvo en casi todas esas locuras. Me habría gustado recordarlas y reírnos juntos.
Ahora solo me quedan sus recuerdos y espero que en un futuro nos volvamos a encontrar.
Un abrazo hasta el cielo mi hermano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario