La fase de emergencia por lluvias a causa de la Depresión Tropical 12 E está llegando a su fin, pero eso no significa que hasta ahí queda la atención de las miles de familias damnificadas. El siguente paso es la fase de rehabilitación.
El próximo lunes se reanudarán las clases en todas aquellas escuelas que no estén funcionando como albergues y que no tengan daños significativos en su infraestructura.
El titular de Educación, Salvador Sánchez Cerén, informó que 404 centros educativos están dañados, de los cuales, alrededor de 150 pueden repararse al mismo tiempo que se desarrollan las actividades académicas. Otros 146 requerirán trabajos más complejos, como adecuación del sistema de drenajes.
Mientras que, hasta este día, 293 escuelas siguen siendo utilizadas como albergues para las familias evacuadas de las zonas afectadas.
Muchas de estas familias perdieron todas sus pertenencias en las inundaciones, las viviendas están dañadas y algunas continuan anegadas, por lo que todavía no pueden abandonar los albergues.
Y aunque quisieran hacerlo, la verdad es que no tienen a dónde ir. Sin techo, comida ni ropa, no tienen más remedio que resignarse a permanecer en los centros escolares, casas comunales o iglesias hasta que se baje la inundación o encuentren otro lugar dónde vivir.
El director de Protección Civil, Jorge Meléndez, informó que las zonas de mayor afectación por inundaciones tardarían como mínimo tres semanas para evacuar las aguas retenidas.
Eso significa que los damnificados pasarán más de tres semanas sobreviviendo de la asistencia humanitaria y hasta de la caridad.
Es posible que quienes se dedican a la pesca reanuden sus tareas más pronto y así llevar sustento a sus familias, pero quienes viven de la producción agrícola no tendrán la misma suerte, pues la mayoría de los cultivos se perdió.
Encontrar alternativas viables para la producción agrícola, la subsistencia y desarrollar una cultura de prevención de riesgo y adaptación al cambio climático parecen ser tareas que no se pueden postergar.
Primero Dios, esta experiencia no quede sólo en el historial de desastres del país, como sucedió con el huracán Mitch, en 1998; sino que esta vez, los salvadoreños aprendamos de las lecciones que nos deja el vivir en un país donde el 87.5% del territorio es vulnerable ante fenómenos naturales.
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