sábado, 31 de diciembre de 2016

Una reflexión por el año viejo y una plegaria por el nuevo

El tiempo no se detiene y los ciclos de la vida siguen avanzando, los cabellos se vuelven canos y las experiencias se vuelven recuerdos.

Dejamos lo que se queda atrás y tomamos del pasado lo que nos hace falta para enfrentar el futuro. Para seguir en este camino que llamamos vida debemos despojarnos de las cargas de la soberbia, el egoísmo, las contiendas, las divisiones, los celos y la ira que nos causaron las malas experiencias y que solo nos atan a un recuerdo de tristeza y amargura.

Para algunos tal vez un nuevo año solo signifique cambiar de calendario y seguir con la rutina, definir propósitos que no seguirá o solo aquellos que no signifiquen un verdadero esfuerzo de transformación.

Pero aún así, un nuevo año trae consigo una esperanza de que algo será diferente, o al menos ese es el deseo que nos invade.


Y de cara a este nuevo ciclo, bien vale la pena elevar una plegaria con fe, esperanza y amor.

A ti, Señor, Dios todopoderoso, quien vive eternamente, a quien pertenece el cielo, la tierra y los que habitamos en ella, el arquitecto del universo y dador de vida, nuestro sostén y confianza, te damos gracias, rendimos honor a tu nombre.

Bendito Padre, en el nombre de Jesús, te agradecemos tus bondades, la oportunidad que nos das cada mañana y que haces brillar el sol sobre buenos y malos.

Rogamos a ti nos perdones por nuestras faltas, perdónanos por el egoísmo, la desigualdad, la injusticia, la inequidad, violencia y los prejuicios que ahogan el amor y la solidaridad.

Socórrenos, damos de tu gracia y guíanos. Da sabiduría a los que ejercen la autoridad, honestidad y humildad; que actúen diligentemente y sirvan con agrado. Bendíceles y ayúdales en sus labores, para que vivamos quieta y reposadamente. Te ruego, Señor, especialmente porque la polarización política no siga corroyendo nuestra sociedad y procuremos vivir en armonía.

Bendice a los que sirven, a quienes dedican sus vidas para cuidar al enfermo, socorrer al afligido, auxiliar al necesitado y proteger al indefenso.

Da sanidad a los enfermos, visita con tu misericordia los hospitales y responde a las necesidades de quienes claman tu nombre.

Da consuelo a los que lloran, fuerza y esperanza a los que sufren y recuérdales que estás con ellos, siempre dispuesto a apoyarles. Guarda al huérfano y a la viuda, a los ancianos y que también reciban bendición. Bendice a la niñez y juventud.

Danos un corazón generoso para compartir, para perdonar, para mejorar.

Convierte a ti a los cautivos de espíritu, arrebátalos de la mano del enemigo y tráelos a tu luz admirable.

Bendice a tu iglesia, bendice a tu pueblo, trae la lluvia temprana y la tardía, bendice esta tierra que lleva por nombre El Salvador.


Amén.


Y solo recordemos Romanos 5:8: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 


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