sábado, 30 de mayo de 2020

La lluvia nos mandó a guardar mejor que un decreto

El reloj marca las 5:00 de la tarde, la lluvia es copiosa, mi vecino cierra la puerta de su casa. Este día no pudo sentarse en la acera, como lo venía haciendo las últimas semanas que hemos estado en cuarentena domiciliaria. 

Desde hace más de 20 minutos en la televisión se mantiene una diputada de la Asamblea Legislativa leyendo los artículos de la Ley Especial Transitoria de Emergencia por la Pandemia COVID-19, Atención Integral de la Vida y la Salud y Reapertura de la Economía. Es la contenida en el dictamen que aprobaron a eso de las 3:00 de la tarde de este sábado, la que, 40 minutos después, el presidente de la República adelantó en un tuit que vetaría. 

Pasaron los últimos cinco días tratando de ponerse de acuerdo en el contenido de la ley. El tiempo que dio de vigencia la Sala de lo Constitucional al Decreto Legislativo 593 de la Emergencia nacional se acabó hace 17 horas. 

La voz que sale del televisor se pierde con el sonido de la lluvia caer en el techo y el agua correr por la calle y uno que otro vehículo que pasa cerca. 

El cielo gris y las gotas de lluvia han permanecido casi todo el día. A diferencia de los últimos 69 días, pocas personas han pasado por la calle frente a mi casa. El tren de aseo pasó como siempre lo hace, entre las 6:15 y las 6:30 a.m. Un par de panaderos avisaban a lo lejos a sus clientes con su acostumbrado pito, otros que pasan por esta zona simplemente no lo hicieron. 

Era de esperarse, no todos salen bajo la lluvia con una cesta llena de pan francés en su bicicleta, arriesgándose a que el producto se moje y luego nadie lo quiera comprar. 

No obstante, el cielo nublado de media mañana no impidió que un par de mujeres llevaran el maíz al molino para las tortillas del almuerzo. Con sombrilla en mano, una mujer mayor pasó ofreciendo sus empanadas de leche, como lo ha hecho durante dos semanas a eso de las 11:00 de la mañana. Su lugar habitual de venta es el parque y el punto de buses, pero desde hace dos meses ahí ya no hay clientes para sus empanadas. 

Las jóvenes que habitualmente salen a comprar después de la hora del almuerzo tampoco salieron. Aunque desde el 7 de mayo se estableció por Decreto Ejecutivo en el ramo de Salud los días de salida según el último dígito del documento único de identidad, para ellas no ha significado un impedimento; pero sí lo fueron las precipitaciones que cayeron desde medio día. 

A la 1:13 de la tarde la calle ya se había convertido en un río por la cantidad de agua lluvia cuando llegó el correo electrónico con el Informe especial meteorológico No.5, llamando la atención por alta probabilidad de formación de una Depresión Tropical sobre la costa pacífica, que mantendría la situación de temporal en El Salvador durante el fin de semana. 

Para el domingo, último día de mayo de este extraño 2020, se pronostica que continúe la situación de temporal en todo el país, esperando la mayor acumulación de lluvia en la franja costera y alrededores de zonas altas del territorio. 

A la 1:43 p.m. el ministro de Gobernación informaba con un tuit la activación de la Alerta Naranja a nivel nacional por las lluvias. 
Este nivel de alerta implica la apertura y funcionamiento de albergues, intensificar el monitoreo sobre la incidencia del fenómeno en el territorio y seguimiento a las respuestas realizadas, activar equipos de búsqueda y rescate; además de priorizar la respuesta para salvar vidas y medios de vida, según consta en la declaratoria compartida por Protección Civil en su cuenta de Twitter a las 5:38 de la tarde. 

 6:00 de la tarde, la lluvia ha cesado, se escucha el trinar de algunos pájaros que se han resguardado en los árboles cercanos. Mi perro asoma a la puerta, hoy no pudo ladrarle al gato que suele recostarse en la acera de enfrente por las tardes, ese tampoco salió debido a la lluvia.

viernes, 29 de mayo de 2020

Cuando tengamos tiempo

Vamos por la vida a paso apresurado, siempre pensando que tenemos que hacer cosas importantes y no tenemos tiempo para lo irrelevante.

Y curiosamente lo importante coincide con lo que estresa, lo que cansa, lo que demanda de toda la atención y consume las energías. Claro, hay que sustentar el cuerpo y cubrirlo.

Lo menos importante o los menos importantes siempre están para después, para cuando haya tiempo, cuando haya chance, cuando todo lo demás esté hecho.
Una conversación, un café, una palabra de aliento, un abrazo, un beso, un te quiero, se van postergando y se ahogan entre los apuros, los proyectos, los planes y los afanes.

Y esperamos a ese tiempo sobrante que nunca llega, sí, nunca llega porque siempre lo importante crece y se adueña de la agenda.

Hasta que por fin, un buen día lo importante cede, se detiene un paso y nos deja un respiro.
Y pensamos en retomar aquello que dejamos para después, pero al buscarlo ya no está. La conversación se perdió, el café se enfrió, ya no hay interés en los abrazos, la oportunidad de un beso se desvaneció, los te quiero ya no pueden ser escuchados.

Cuando tengamos tiempo, decimos. Y cuando por fin lo tenemos, el momento se ha perdido.
Corriendo vamos, viviendo angustias y cansancio hoy, pensando en ser felices mañana.
Los minutos avanzan, el tiempo se va en cada parpadeo, en cada suspiro, en cada sueño postergado.



martes, 5 de mayo de 2020

Juanita se queda en nuestros corazones

Una vez escuché a un psicólogo decir que rara vez podemos tener recuerdos conscientes de nuestros primeros meses de vida, a menos que hayan significado algo importante como para quedarse guardados en la memoria.

Pues bien, me alegra saber que el primer recuerdo de mi vida es con una mujer maravillosa.
No sé qué edad tenía exactamente, solo recuerdo que estaba dando pasos en la sala y llegué a la puerta hacia el patio y mi hermana dijo "Juanita, mire". Y vi a esa mujer de pelo negro, morena, de cuerpo robusto, que estaba lavando. No dije nada, creo que aún no había aprendido a pronunciar palabras. 

Me ponía pan con queso en la lonchera que llevaba al kinder.
Trabajó en mi casa hasta que cumplí seis años.

De risa escandalosa, cuando se reía soltaba una carcajada limpia y contagiaba esa alegría. Desde que recuerdo, ella siempre fue cristiana evangélica, de mucha fe, dedicada en el trabajo. Me llevó al culto como dos veces cuando estaba chiquita. 
Estoy segura que oró por los Peñate por muchos años hasta que vio la respuesta.

Las tardes que nos llevaban a verla a su casa eran alegres, recuerdo que nos quedábamos callados escuchando las historias de don Víctor, el papá de Juanita. Hablaba de las veces que se enfrentaba a leones (pumas para ser más precisa), cuando salía a cazar, de los trabajos que hacía, de las idas en tren. No se sentía pasar el tiempo. No sé en qué municipio creció, pero era de la zona rural donde seguido veían gatos de monte.
Su mamá ya no caminaba, pero era lúcida y le gustaba conversar con mi mamá y mi abuela. Nos regresábamos hasta que oscurecía o cuando mi mamá veía que las gallinas se subían a los palos para dormir.
Juanita nunca se casó, no tuvo hijos, cuidó a sus padres hasta que partieron.

Mujer trabajadora. Hacía las quesadillas más sabrosas que he comido en mi vida, salpor de maíz y unos tamales de gallina inigualables.
Cada sábado mi mamá le encargaba como 50 tamales para los de casa y las panaderas que trabajaban con nosotros. Era tradición cenar tamales viendo las películas de Pedro Infante que pasaba el canal 12. Y desayunar tamales calentados en el horno de leña el domingo.

Adoptó al Malacara, uno de los gatitos nacidos en nuestra casa de la gata que tuvimos un tiempo. Mi hermano lo llamó así porque era blanco con machas negras y en la cara parecía tener un antifaz. Vivió varios años con ella el Malacara.

Creo que hasta se encariñó con Rocky, un pastor alemán que teníamos y que acompañaba a mi hermano cuando iba por los tamales que mi mamá le encargaba para vender en el comedor que tenía por el mercado.

La vida siguió su curso. Cuando mi mamá enfermó, la Juanita venía seguido a verla, a orar por ella. Estuvo con nosotros cuando mi mamá murió, en enero de 2010, consolando a mi abuela. 
Estuvo con nosotros para despedir a mi abuela dos años después.
Lloró con nosotros cuando murió mi hermano.

Dijo que había soñado con él días antes, de cuando era niño y lo bañaba en la pila y le decía 'Martincito, ya te voy a sacar' y él le respondía 'esperáte Juanita, me falta la guacalada, la vez y la última'. Solo él sabía qué quería decir.

Tiempo después, le pedí que me enseñara a hacer tamales. El día que vino a mi casa, sus ojos se llenaron de lágrimas. Supongo que fueron los recuerdos de personas amadas que ya no estaban.
Hago tamales como ella me dijo, sigo practicando. 

Hoy nos toca despedirnos de Juanita, a la distancia, porque estamos en cuarentena domiciliaria por el COVID-19. Duele no poder acompañar la vela T_T
Sin ser familia, llegó a ser muy amada y su recuerdo se queda conmigo.
Me gusta pensar que ya se abrazó con mi mamá y están gozándose con Jesús.

Descanse en el Señor, Juanita


P.D. la chiquitina da de la foto soy yo.