miércoles, 29 de agosto de 2012

Hasta Pronto, parte II: Las tacitas de barro

-Esteban.
-mande doña Gabriela.
-Tu mujer está gorda, verdad?
-Si, doña Gabriela.
-Lo que tenga, sea varón o sea hembra, José te lo va a llevar de bautizo, oíste.
-Si, doña Gabriela, como usté dice está bien.

Esteban Berríos, papá de mi abuela, trabajaba como mozo (o jardinero) en la hacienda de doña Gabriela Salinas, allá por el año de 1931.
Como patrona, dispuso que su hijo, don José Salinas, fuese el padrino del hijo o hija que tuvieran Esteban y Elisa, en este caso, mi abuela: Claudina Salazar.
Ella me contaba que de niña iba a visitar a doña Gabriela, quien al parecer tenía bastante capacidad económica porque sostenía un colegio y un hospital en San Salvador, hasta el momento no sé cuáles fueron.
Aunque su padrino era don José, fue doña Gabriela quien se interesó por mi abuela. Le decía a Esteban que la llevara seguido a la hacienda para poder verla.
Cuando se llegaba el día de la visita, la angustia de Esteban era que su niña (quien tendría para ese entonces menos de siete años de edad) cometiera alguna equivocación o que llegara a sobrepasar la confianza que la patrona le daba.

-Cuando vaya donde la niña Gabriela, salúdela y si le preguntan que si ya comió, usted diga que sí.
-Y si no he comido, papá?
-Usted diga que ya comió, a mí me da pena verla sentada en la mesa con ellos. De lo que me den a mí le voy a dar.
-Bueno, papá, está bien.
(el almuerzo de Esteban, por cierto, era un pedazo de semita con fresco)

Llegada a la hacienda, doña Gabriela hacía que las criadas le pusieran un vestido a mi abuela y que la sentaran a la mesa y le dieran de comer. "Yo le decía 'ya comí', como así me había dicho mi papá que dijera y con las tripas chillándome. 'Es que yo no le estoy preguntando, denle de comer a la niña', decía ella. Entonces yo comía", me contaba mi abuela.

En una de esas visitas, doña Gabriela le regaló una tombillita (cesta de mimbre pequeña) llena de tacitas de barro, para que jugara. "Vengo yo de bruta y me las llevo para el servicio y las dejo ir en el hoyo", me dijo.
Mi abuela lo hizo no porque no le gustaran, sino porque nunca había tenido juguetes (ni tiempo de jugar) y no sabía qué hacer con ellos, ya que la madrina que la crió (la niña Eulofia) desde pequeña la puso a trabajar.

Al tiempo, doña Gabriela enfermó. La última vez que mi abuela fue a visitarla, ella estaba sentada en la cama, con una almohada en el regazo donde apoyaba su cabeza, ya que no podía acostarse.

-Claudina, pedile a los santos que me cure yo. No me debo de morir sin dejarte tu casita.
-Bueno, madrina.

A los días, doña Gabriela murió y no pudo concretar su deseo de dejarle una casita a mi abuela.

Cada vez que contaba esta historia, mi abuela terminaba diciendo: "Noo, si yo tuve oportunidades de tener pisto, pero a saber por qué Dios no quiso".

1 comentario:

  1. Las historias de tu abuela y la mía se parecen un montón.
    MI abuela no vivió con su madre, y mi abuelo murió cuando ella estaba pequeña. Se tuvo que ir con una sra. autorizada por mi bisabuelo.

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