En la elegante capital guatemalteca fueron recibidos por quien sería su guía por el resto de la semana.
El primer lugar a visitar fue Antigua Guatemala. Con emoción y alto interés, recorrieron la ciudad que fuera capitanía de Centroamérica hasta que un terremoto la destruyó en 1773.
El tour por la ciudad incluyó restaurantes, conventos, la fábrica de jade, el mercado de artesanías y hoteles.
Se hospedaron en la que fuera casa de doña Leonor, hija del conquistador español Pedro de Alvarado, en este lugar -como es propio de casas antiguas- no se hicieron faltar los respectivos sustos para algunos comunicadores (¿quién no se asustaría de que le halen la sábada a media noche?).
La mañana siguiente, compartieron un rico desayuno en el club La Reunión, el mejor lugar para practicar golf.
Luego se trasladaron hacia Tecpán para conocer las ruinas Iximché, donde fuera la capital del reino cakchiquel y donde se ubicó el primer campamento del ya mencionado conquistador.
Frustración en alta mar
La tranquilidad y el descanso se fueron por la borda -literalmente- el día siguiente cuando abordaron un yate de pesca deportiva en el puerto del Centro Marino Pez Vela.
Al principio del viaje la emoción era evidente en el rostro de los cinco caballeros, quienes no dudaron en viajar con el capitán y sentir la brisa marina.
El avistamiento de una ballena, una mantarraya y varias tortugas, lo hacía un viaje prometedor.
Pero a medida que se adentraban al océano, los mareos comenzaron a tomar el control de los extrovertidos invitados.
Las expresiones "háganse para el otro lado" del capitán, avisaban de que alguno había cedido a la presión de su estómago, ya que el viento era fuerte y las olas altas.
El momento de tirar los anzuelos llegó y el yate disminuyó la velocidad. No tardó mucho tiempo en picar un pez vela que fue sujetado hábilmente por los experimentados pescadores.
Era el momento exacto para tomar la fotografía y sentir la emoción de la pesca deportiva, pero las nauseas eran más potentes para el resto de los tripulantes.
La dama, entonces, sacó su pequeña cámara fotográfica para capturar el instante y cuando presionó el disparador en la pantalla de la misma se leyó la frase: "Cambie de batería". De inmediato, cambió las baterías de la cámara por las de la grabadora y la respuesta fue la misma.
No obstante, un caballero si logró hacer su fotografía, aunque después vomitó por el mareo.
El malestar era generalizado en los visitantes y decidieron regresar a la costa y emprender el viaje hacia Panajachel.
Conociendo otra cultura
La belleza del lago de Atitlán es tan impresionante como la peculiaridad de los pueblos indígenas de lo rodean.
La laboriosidad y arte se refleja en sus pinturas y los tejidos que afanosamente elaboran las mujeres con sus telares de cintura.
Las vendedoras de telas y accesorios persiguen a los turistas e insisten tanto hasta lograr su objetivo. Y si no venden sus artículos, venden su imagen. No faltó quien cobrara por dejarse fotografíar.
El atractivo mercado
El último recorrido se efectuó en Chichicastenango, el domingo por la mañana. La mayoría de habitantes de los alrededores se dan cita para vender y comprar sus productos.
El día de mercado es una inmensa alborada en las principales calles de la ciudad y los alrededores de la iglesia de Santo Tomás.
Las vendedoras ofrecen sus productos a los turistas con un muy fluido inglés o español y se comunican entre sí en lengua quiché. El colorido de sus trajes autóctonos se mezcla con las flores que llevan para ofrecer a su patrono o para sus ceremonias indígenas.
La mañana se esfuma rápidamente y con ella los aventureros se trasladan a Guatemala. Los periodistas emprenden su viaje de regreso a la tierra de la flor de izote, las pupusas y el calor: El Salvador.
No obstante, se llevan consigo el recuerdo de una hermosa tierra que los recibió con cariño y la alegria de haber encontrado un nuevo amigo.
Un guatemalteco y cinco salvadoreños
Seis amigos
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