La historia salvadoreña está macarda por sucesos de esclavitud, discriminación racial, explotación, desprecio, represión y olvido de los pueblos originarios.
Actualmente, se reconocen pueblo nahuas, lencas y cacaoperas, los primeros se situán en el occidente del país, en municipios como Izalco, Nahuizalco, Santo Domingo de Guzmán y otros; mientras que los demás se ubican principalmente en el departamento de Morazán.
La discriminación hacia los pueblso indígenas no se limita a la conquista, colonización y formación del Estado salvadoreño independiente, sino que alcalzó hasta principios del siglo XXI, ya que en el censo de población de 2007 no se incluyeron preguntas para identificar a los pueblos indígenas, por lo que se puso que sólo llegaba al 0.2% de la población.
La problematica que aqueja a los pueblos originarios es amplia, tanto que el gobierno del país, a través del presidente Mauricio Funes, pidió perdón "por las políticas sistemáticas de exterminio y de olvido en que fueron sometidas por gobiernos anteriores".
Supongo que esto incluye las políticas de represión que usó el gobierno del general Maximialiano Hernández Martínez para sofocar el levantamiento indígena de 1932. Ese año, se calcula que fueron asesinadas 32 mil personas.
Y cien años antes, el movimiento de los nonualcos, liderado por Anastacio Aquino, sufrió similar situación.
Esto conllevó a que los pueblos indígenas renunciaran a sus prácticas culturales, vestimenta y habla para que no los asesinaran. Y como siempre se dedicaron a labores agrícolas, ya como campesinos también fueron perseguidos durante el conflicto armado que finalizó en 1992.
Los pueblos que sobrevivieron lo hicieron en el abandono y el olvido. La lengua nahuat hasta lelgó a ser considerada por un exfuncionario del anterior Consejo Nacional para la Cultura y el Arte -hoy Secretaría de Cultura- como una lengua muerta.
Pero el valor y la fuerza de los habitantes Cuzcatlán sigue en pie y ahora aprovechan la oportunidad de hacerse escuchar en el primer Congreso Indígena Nacional.
Espero, y los pueblos indígenas más que yo, que de esta actividad resulten propuestas para el desarollo de las comunidades y para el rescate de la cultura ancestral salvadoreña.
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