Una vez más, la Asamblea Legislativa abre el debate sobre si se debe o no aprobar la lectura de la Biblia en las escuelas públicas y privadas del país.
Al respecto, el Ministerio de Educación responde que obligar la lectura contraría la Constitución de la República, porque El Salvador es un estado laico y de libertad de religión.
Personalmente, concuerdo con la opinión del diputado Antonio Almendariz que dice que la lectura de la Biblia ayudaría a fomentar valores cristianos y de cultura de paz.
Sin embargo, pienso que no se puede obligar por leyes seculares la lectura de las Escrituras. En el país no solo hay personas católicas y evangélicas, también hay judíos, árabes, mormones, testigos de Jehová y no sé cuantos más.
Como cristiana evangélica puedo decir que sí es necesaria la lectura de la Biblia para fomentar valores, pero no puedo irrespetar la opinión de quienes no comparten mis convicciones.
Estoy segura que la Palabra de Dios es el alimento que nuestra alma necesita, fortalece nuestro espíritu y nos indica cómo conducirnos con temor y reverencia en nuestra vida.
Pablo dice sobre la Palabra: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2a Timoteo 3: 16-17).
La Escritura nos enseña a vivir, pero para que tenga efecto debemos querer ser enseñados. "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (Salmo 119:105).
Cuando no queremos ser instruidos por ella, pasa lo de la parábola del sembrador, el enemigo quita la palabra que se sembró en el corazón y no da fruto.
Puede ser que se apruebe la lectura obligatoria de la Biblia, con intensiones de inculcar valores cristianos en los estudiantes, y puede ser que muchos alumnos aprendan de ella. Pero si no quieren aprender o si los profesores la leen de mala gana, la lectua se convertirá en una rutina más y no dará los frutos esperados.
Ahora bien, en el seno de la familia, es muy importante que sí se dedique tiempo a la lectura de la Palabra de Dios. "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22:6).
Y los hijos deben valorar los consejos de sus padres. "Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre" (Proverbios 1:8).
Me parece esencial que tanto adultos como jóvenes tengan una vida de constante lectura de la Palabra de Dios, de constante oración y sobre todo ser "hacedores de la palabra", como dice Santiago.
El que es hacedor de ella, se conoce por sus frutos: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gálatas 5: 22-23).
Así que, es tarea de cada familia y de cada persona aprender de la Palabra de Dios.