El sonido de una constante gota que cae del techo sobre un plástico se apodera de mi atención en la noche.
La habitación en penumbras solo me hace pensar en la ilusión que ya se fue. Otra que no alcancé.
La gota se hace menos constante hasta que deja de caer.
El silencio solo lo interrumpe mi propia voz cuando pregunto "¿por qué?"
Todo era más fácil cuando las respuestas estaban en mi interior. La pregunta se repite y no hay razón que me explique mi situación.
Me doy cuenta que hay que reparar lo que se rompió, restaurar lo que se dañó sobre la cicatrices que ya había. ¿Qué hacer?
Ya probé lo que no soy y me decepcioné. No llenó mi expectativa.
El silencio sigue hasta que el viento mueve una rama y una hoja cae sobre el techo.
Sé lo que tengo que hacer, aunque me resista a aceptarlo. Pero, ¿por qué?
El sentimiento no es nuevo. Necesito refugiarme en la distancia hasta que pase esta tormenta. ¿Me extrañará el relámpago cuando su luz alumbre mi lugar y no me vea más? Temo que no.
Pero eso no debe detenerme. El amanecer llegará y el aire fresco renovará mi fuerzas. Llegó la hora de enfrentar los temores como si tuviera todo y nada que perder.