Pero lo que no nos dicen es que hay que pagar la cuenta.
Más de alguna vez habremos escuchado lo importante que es tener un trabajo, uno que nos permita subsistir.
Obtener un empleo es una meta y dedicas tus mejores años, tu fuerza, tu energía, tu habilidad y hasta destacas en él.
Y llega un punto en que te preguntas ¿vale la pena?
Haces cosas que no te agradan, que no te llenan; pero no puedes negarte, porque si lo haces no tendrás con qué pagar las cuentas.
Dejas de cuidar a tus hijos para cuidar a los de alguien más, porque ese alguien te da un salario para que pagues las cuentas.
Las cuentas
Como somos civilizados, no se puede iluminar la casa con una vela, la energía eléctrica es mejor; pero hay que pagar la cuenta.
En estos tiempos es impensable vivir sin Internet y sin teléfono móvil; pero hay que pagar la cuenta.
La movilidad y el estatus es importante, además de la seguridad, necesitas un vehículo y no es gratis; hay que pagar la cuenta.
Las educación pública no es suficiente, la privada te parece mejor; pero hay que pagar la cuenta.
Quieres cosas finas que te llenen el ego, un estilo de vida mejor, aunque sea a puro crédito. Hay que pagar la cuenta.
De pronto ya no te sientes bien, tu cuerpo no reacciona como antes. El médico te dice que es algo crónico.
Necesitas descansar, trabajar menos horas; pero no puedes "tomarte ese lujo", tienes que pagar las cuentas. Agregas a tu lista un fármaco que te alivie, que te permita seguir trabajando para pagar las cuentas.
Después de un tiempo, ya no rindes como antes, tu plaza es muy cara o simplemente ya no te necesitan, hay alguien más que asume tu trabajo por menos, otro que no se queja porque necesita pagar sus cuentas.
¿Y qué fue de tu vida?
Esa que se esfumó mientras estabas esclavizado pagando cuentas.