Las protestas, marchas y manifestaciones de cualquier tipo son comunes en la mayoría de países del mundo. El Salvador no es la excepción: Sindicalistas, maestros, estudiantes, motoristas de transporte público, organizaciones sociales, etc. protagonizan marchas a lo largo del año.
Cada una tiena una causa, pero en todas hay un elemento constante: los y las vendedoras de tostadas, paletas, agua, refrescos, panes con jamón, golosinas y sombreros de palma.
Y es que cada vez que se presenta una protesta en las calles de San Salvador, los comerciantes de estos productos nunca faltan, ya que estas actividades son propicias para encontrar clientes.
Nunca falta el manifestante que se detiene a comprar agua o una paleta cuando ya siente el cansancio del camino y el sol, y cuando el hambre se hace presente, una tostada de plátano, de yuca o chicharra es el paliativo inmediato.
Para los automovilistas, ciertamente, las marchas son sinónimo de congestionamiento; pero para los vendedores ambulantes es sinónimo de negocio. Pero claro, para asegurarse de vender lo suficiente, caminan junto a la marcha en casi todo el trayecto.
Hay quienes se aprovechan de la situación y le suben de precio al producto, como las vendedoras de agua en bolsa, ya que normalmente cuesta $0.15 y en esos casos las venden a $0.25.
La sed y el cansancio hace que los participantes de la marcha acepten pagar el precio. Total, es parte del sacrifico de manifestarse líbremente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario